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Tras 75 años de la Tragedia de Superga, ningún italiano ha olvidado aquella tarde

Ese Torino, que ganó cuatro Scudettos seguidos antes del trágico accidente aéreo, sigue siendo recordado en Italia.

Juan Diego Forero Vélez
04 de mayo de 2024 - 12:00 p. m.
Monumento a los fallecidos en la colina de Superga en Turín.
Monumento a los fallecidos en la colina de Superga en Turín.
Foto: Agencia AFP

El viento era violento y mezquino, y el cielo nuboso parecía que cubría la tierra entera. Todo pasó demasiado rápido. El estallido, los gritos y las voces se ahogaron en una milésima de segundo. La luz se extinguió, y los sueños, y la esperanza, se fueron oscureciendo. El Fiat G.212, perteneciente a la aerolínea italiana Avio Linee Italiane, despegó de Lisboa a las 09:40 a.m. del miércoles 4 de mayo de 1949 rumbo a Turín, pero jamás llegó a su destino, pues fue interceptado por una tragedia por el caprichoso y malvado futuro.

Solo sobrevivió la cola del avión. Como si las otras partes de la nave hubieran estado construidas con papel, como si las entrañas metálicas de la aeronave hubiesen sido un recuerdo malsano, una ilusión o una trampa. Valerio Bacigalupo, Arnaldo Agnisetta, Egri Erbstein y Luigi Cavallero no lo lograron y sus familias los lloran desde entonces. El avión, dirigido por el teniente general Pierluigi Meroni, aterrizó en Barcelona a la una de la tarde para llenar el tanque de combustible y para que sus ocupantes estiraran las piernas. Almorzaron para retomar el viaje hacia su destino inalcanzable.

Xico Ferreira recibió la noticia con el rostro cetrino. Su cara adoptó una expresión de tristeza, como si una bomba le hubiera estallado en la boca. Il Grande Torino había acudido a Lisboa a jugar un partido amistoso en su honor, contra su equipo, el Benfica porque había decidido dejar el fútbol para siempre. El juego terminó 4-3 a favor de los portugueses y luego el Torino se fue a casa, despidiéndose con un movimiento de mano efusivo, a la distancia.

Hubo un intercambio de abrazos, palmadas y bendiciones durante el encuentro y después de este, los italianos jugaron desinhibidos, con sonrisas socarronas y gestos despreocupados. Fue un partido lúdico y divertido con muchos goles. Pero ninguno de los jugadores llegó a salvo a su hogar, ninguno sobrevivió al vuelo de regreso. Y Xico pasó parte de su vida tratando de compensar a las familias en luto con dinero y poniendo el escudo de Il Grande Torino en su museo personal de trofeos.

Renato Tosatti, Leslie Lievesley, Ippolito Civalleri, Aldo Ballarin, Dino Ballarin, Emile Bongiorni, Eusebio Castigliano y Rubens Fadini tampoco sobrevivieron. El mundo se fundió en una oscuridad indolora y carente de miedo. A las 17:05 la torre de control intentó comunicarse con el G.212, pero no obtuvieron respuesta. Se especula que los medidores del avión empezaron a fallar por el fuerte viento y que la altura que mostraban los controles era incorrecta.

Se dice que el piloto no pudo reaccionar y que nadie habría podido burlar aquel final. Cuando el avión giró, preparándose para el aterrizaje, se encontró de frente con la Basílica de Superga, anclada a sus cimientos, inamovible. Fue imposible esquivarla, la maniobra habría necesitado de un piloto clarividente.

El equipo estaba a punto de alcanzar ocho años consecutivos sin perder en casa, y se encaminaba a su quinto Scudetto consecutivo. Faltaban apenas cuatro partidos para terminar la temporada y los rivales consintieron jugar únicamente con juveniles para que el Torino lograra alzar el merecido trofeo.

Ese día, hace 75 años, murieron 10 de los 11 jugadores que conformaban la plantilla titular de la selección de Italia que los iba a representar en el Mundial de Brasil de 1950. Murió el fútbol, murió el arte, murió un pedacito del país y del mundo. Así que, unánimemente, decidieron que llegarían a la Copa del Mundo en barco, para protestar contra el destino pérfido.

Guglielmo Gabetto, Ruggero Grava, Guiseppe Grezar, Ezio Loik, Virgilio Maroso, Danilo Martelli, Valentino Mazzola, Romero Menti, Piero Operto, Franco Ossola, Mario Rigamonti y Július Schubert no lograron volver a casa. Medio millón de personas se reunieron en las calles de Italia para rendir homenaje a los jugadores, periodistas, directivos y tripulantes del avión el día del funeral colectivo. Los bautizaron como los ‘Inmortales’. Que en un sentido literal se refiere a aquellos que no pueden morir, y en un sentido humano, se refiere a aquellos que han vencido a la muerte.

Unos días después, River Plate montaba a todos sus jugadores en un avión rumbo a Italia para jugar un partido benéfico que recaudaría fondos destinados a las familias afectadas. Alfredo Di Stefano, Amadeo Carrizo, Néstor Rossi y todo el plantel de los Millonarios tuvieron que surcar el cielo por más de 70 horas, ida y regreso, para hacer lo correcto.

Dejaron el torneo local a un lado y se olvidaron de todo, porque el fútbol los necesitaba. El partido terminó 2-2. Jugadores de la selección de Italia representaron al destruido club mientras las graderías, llenas, inundaron el estadio con aplausos eternos en señal de respeto y agradecimiento. Y a partir de ese momento el Torino empezó a vestir los colores del club argentino en su indumentaria secundaria y los argentinos hicieron lo mismo con los colores del club italiano.

Solo Sauro Tomá logró sobrevivir al accidente, porque no viajó con el equipo debido a una lesión. Fue el único de la plantilla que tuvo tiempo para pensar en lo que hubiera podido suceder y en los títulos que hubieran podido conseguir; pero lo pagó caro, arrepintiéndose y lamentándose toda la vida.

“He vivido como alguien condenado a sobrevivir, mientras sus hermanos perecieron”, dijo a los 92 años, con el rostro invadido por arrugas profundas, en 2018.

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Por Juan Diego Forero Vélez

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